Tom le prometió que iba a dejar a su mujer, que quién le volvia loco era ella y todos estos días sin verla habían sido un infierno. Pero ella no le creía.
Se fueron distanciando, ella se refugió en el trabajo y sus amigas. Él simplemente dejó de salir.
Cinco meses hicieron falta para que volvieran a coincidir por la calle. La misma que fué testigo de sus primeras sonrisas y miradas.
-Ee!! Hola Allie!
-Hola Tom! Te veo bien. ¿Cómo va todo?
-Bien mucho curro. Hacía tiempo que no...¿Te apetece un café?
-¿Invitas?
Dijo Allie sabiendo que él diría que sí.
-A tí siempre !
Unas miradas tímidas, como si fueran dos desconocidos y Allie aceptó el café.
Andaron hasta la cafetería del centro, dónde ya habían ido alguna vez.
-Y ¿que te cuentas? ¿Aún vas a París por trabajo?
Tom se lo preguntó como si no supiera que iba y venía a Paris casi cada mes.
- Si, aún voy, pero por poco tiempo. Esta vez el destino me lleva más lejos. Me voy por un tiempo.
-¿Te vas? ¿A dónde?
-A Nueva York. Tengo una amiga, Amber que colabora con mi departamento.
(¿Os acordáis de Amber??)
-¿Tan lejos?
Dijo abriendo los ojos como platos.
-¿Nos podemos ver antes de irte? Te invito a cenar mañana.
-No se si podré, voy muy liada.
- Pero tendrás que comer digo yo..¿no? Te llamo y cenamos.
Allie asintió. Se notaba la tensión entre los dos. Él la miraba con deseo, con pasión, ella lo miraba con rabia porque aún sabiendo que estaba casado lo deseaba, pero sabía que no podía ser. Ella no se conformaba con ser la otra.
Tom la llamó a la mañana siguiente, quedaron en un restaurante a las afueras de la ciudad, era el preferido de Allie.
Llegó la tarde i Allie llamó a Amber para contarle que había quedado con Tom y que sabía que era una locura. Pero había decidido ir a pasarlo bien, y dejar de lado todos los malos recuerdos. Sabía que sería la última vez que se verían.
